viernes, julio 02, 2010

SUBMUNDO DE LA ANTIGUA SALA IMPERDIBLE

Hace tres años que fue demolida la Imperdible, primera sala que se abrió en Andalucía de teatro independiente. Su emplazamiento, entre las calles San Vicente, al oeste, Marqués de Mina, al este, y la plaza San Antonio de Padua, guarda aún el eco de multitud de montajes al que se ha unido también la voz de la historia a través de los prescriptivos estudios arqueológicos que se han hecho en el solar antes de su construcción que, cómo no, se encuentra paralizada por esto de la crisis.


La primera sorpresa que deparó la excavación -que se realizó hacia junio de 2008- fue encontrar un sótano debajo de la sala del teatro del que se desconocía su existencia ni aparece en los planos de 1931 que se conservan de la edificación que albergó en su momento el recinto teatral. Pero demos un vuelco a la cronología remitiéndonos a estratos más profundos.


Según la prospección arqueológica, que alcanzó 6’5 metros de profundidad, la zona se encontraba expuesta a las diferentes avenidas del río hasta el siglo VI. A partir de entonces, se establecerían una serie de huertas que se mantendrían hasta que los almohades, entre mediados de los siglos XII y XIII, instalaron un cementerio del que se han hallado 15 enterramientos de cúbito lateral y mirando al sureste. Se especula que este espacio estaría asociado un lugar de oraciones o mezquita de los que sólo se han identificado restos de un muro y de un pilar de ladrillos. Tras la conquista castellana, el cementerio se destruye debido a la extracción de áridos en ese mismo terreno.


Hay que señalar que en el repartimiento que hizo Fernando III, la zona pasó a pertenecer a la collación de San Lorenzo y fue ocupada por las monjas franciscanas de Santa Clara, las cistercienses de San Clemente y las órdenes de San Juan de Acre y de Calatrava. A partir de los siglos XVI y XVII se produce un proceso de asentamiento por parte de la nobleza con la construcción de los palacios de Bucarelli y del duque del Infantado, a la vez que el desmembramiento de las órdenes va dando paso a la llegada de numerosos artesanos.

En el solar que nos ocupa, se han encontrado pocos restos e inconexos de época moderna. Del siglo XV es un trozo de pavimentos de ladrillos a la palma. Se ha detectado también que a, finales del mismo siglo, se instaló una tenería. Esta industria usaba para hacer sus curtidos orina, guano corrosivo y tintes que sumaban a su fuerte olor el de la putrefacción de la carne de las pieles, por lo que tenían que situarse a las afueras de la ciudad –recordemos que esta zona fue la última en integrarse al casco histórico de Sevilla-. De la tenería se encontraron bases de tinajas que se habían sido selladas con cal una vez amortizadas.

Entre finales del siglo XVI y el XVIII diferentes fosas y conducciones se rellenaron de detritus doméstico y restos de cerámica, curiosamente, algunos de ellos llegados de Lisboa. De finales del XVIII son unas estructuras inconexas, artajeas, un pozo ciego y una fosa rellena. Hacia comienzos del siglo XIX el solar retoma su uso industrial y de entonces son unas estancias soterradas y hornos de fundición construidos en la parte oriental y estructuras circulares profundas conectadas entre sí por una cañería en la meridional. Estas últimas forman un bloque macizo de ladrillo y mortero y anchos muros.

Y llegamos al siglo XX, en que se encuentra ya construida una gran nave dividida en tres crujías por pilares, algunos de los cuales se suprimieron para hacer más diáfano el espacio. Hasta los años 50 se utilizó como almacén de corcho. Luego vendría la sala Imperdible y próximamente, ya veremos. De momento, después de, aproximadamente, milenio y medio de explotación y uso del lugar por el hombre, se ha convertido en un nido de ratas.

Las fotos que se adjuntan son de un año después de las excavaciones.


JMI